Y bueno cómo te explico
que se requieren
más figuras retóricas,
para disfrazar lo explícito,
se requieren para decirte
lo que casi llega al
espíritu
-La ambigüedad no me satisface-
pero se queda dando vueltas
en las azucenas del cerebro.
No es fácil,
el corazón tiene
pocos intérpretes:
a veces su interprete es como
el aroma,
deja que sus secuelas
expiren la elocuencia del ser,
sólo se huele;
la vista, en la cosmogonía
perfecta del complemento,
un gesto -y ya, se hizo
el universo-
el tacto -el tacto es de mis
favoritos-
es como la consecuencia
de todos los demás sentidos.
Mis sentidos me hablan,
y yo quién sabe dónde me
escondo.
A sí es, hoy mi deficiencia,
de decirte que te extraño,
ese extraño que no sale de lo
profundo,
se agarra de la primera
letra
que escojan los dedos en el
teclado
y lo divulga (cual
extraño)
tímido,
temeroso de enfrentar la
realidad
de las profundidades,
esas que se escriben solas ,
se leen entre líneas
y es más fácil decir
-te extraño-
que decir todo aquello
que lo originó.
América Zapata