domingo, 9 de mayo de 2010

Cobarde



Risible mi reflejo,
se acumula la mugre;
en las paredes,
en mis manos,
en los ratos libres,
tengo una maldita,
frígida,

nostalgia

por comer fobias en la mañana,
trasquila mi pecho,
látigos arrepentidos,
de esteparios silencios,
timidos
         sin muelas.

¿Qué hago para beber de ti?

Si estoy vacío,

requiero del movimiento
involuntario de tu cabello,
sentir la presencia misterio,
esa presencia permanente,
deseosa,
de cuando existe,
se olvida el reloj de continuar.

Yo formaba laberintos,
que retozaban en tus pechos
para resucitar en las curvas de dunas;
dunas morenas,
en invierno claras,
en primavera tiernas,
blandas,
mías.

Resucitar en el edén del latido,
Yo sentía y decía más,
pero ahora
 tengo un reencuentro
y no puedo decir quiero.

Mitos disolutos
confusos.

Eres el sublime aliento de la falda de mi niña
se dilata en la espera,
al imaginar,
el perfil pestañeo,
tu nariz afilada,
tus palabras,
tus deseos.

Ahora castigo desidia.

Miedos estertores,
mutilan al presente
y reviven las rupturas,
rupturas nulas,
poco superadas del antiguo
y remoto,

sí remoto,
       perturbador,
             traidor

Recuerdo.

Que hago hoy, si
conspira el espacio con la gravedad
                 y sólo existes tú.




Ejercicio de género de voz
Este poema corresponde al genero masculino
desde una perspectiva femenina
ya que es la historia de un amigo
que me presto su experiencia
para poder leer la composición
con una canción que el escribió
a su antes ex novia-ahora novia.


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